jueves, 3 de enero de 2013

Rápido - 1° Capítulo


A veces una palabra, un gesto, una decisión, una acción puede cambiarnos totalmente y ponernos de cabeza a mirar el mundo con nuevos ojos.

Uno no se da cuenta en ese momento, uno no piensa que más tarde, en el futuro, veremos ese exacto segundo como el detonante de nuestro destino.

Como en un partido de fútbol.

Si escuchamos los resultados y las opiniones de los críticos, es difícil imaginarse que cuando ese jugador dejó pasar la pelota por unos centímetros, era consciente de que, no solo perderían el juego, sino que perderían todo el campeonato, el director técnico dejaría su puesto, y que el club sería llamado el “peor en los últimos cincuenta años”.

Veía esto con fascinación.

La posibilidad de volver a ese segundo exacto en que se desata la vorágine de hechos que le precederían luego.
Lo veía como objeto de análisis, siempre crítica pero nunca afectada por el tema.

Hasta que hubo un día que cambió mi vida.

24 horas, 1440 minutos, 86.400 segundos.

Hizo falta todo ese tiempo para que todo mi mundo quedara dado vuelta mientras yo seguía igual. Quise seguir viendo el mundo con los mismos ojos.  Fallé miserablemente, y para el fin de ese verano, los que seguían iguales eran los otros, yo veía esos 86.400 segundos como la definición de un partido que todavía no podía clasificar.

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